En el siglo XIII, Madrid conservará, al igual que Alcalá, una personalidad jurídica propia, en primer término con el Fuero viejo y posteriormente con el Fuero Real, concedido por Alfonso X en 1262 y ratificado por Alfonso XI en 1339. Buitrago del Lozoya, Alcalá de Henares y Talamanca de Jarama destacarán por su importante capacidad repobladora hasta ese siglo. Estas leyes daban una autonomía legal completa a la Tierra de Alcalá.